Hace treinta y cinco
años los padres de mi amigo se conocieron en Viña del Mar, Chile y después de
solo tres días de conocerse fueron comprometidos. Apenas se casaron y se
mudaran EEUU. Por eso, mi amigo no es de Chile aun tiene un
nombre muy chileno, Marcos. De cualquier forma, después de dos meses de estar
5,700 millas de él
decidió visitarme para que pudiéramos viajar a Patagonia juntos. Para mi
eso fue un sueno hecho realidad
porque quería conocer este paraíso por los últimos años.
Hace un par de años
había visto una película se llama “180 Degrees South” que cuenta la historia de un joven que viaja desde
California a Patagonia para seguir el camino del fundador de la marca Patagonia
y cuando la vi sabia que un día yo tenia que viajar allí. No tuve que soñar con Patagonia más
porque fue una realidad. Al principio, íbamos a ir a Torres de Paine, pero
tuvimos complicaciones con los vuelos y después de buscar otros destinos en la
inmensa Patagonia, decidimos ir a Valle Cochamó dos horas de Puerto Varas.
Antes de saberlo estamos en el
terminal de buses esperando un TURBUS. El bus salió de Viña del Mar hacia
Santiago a las 3:00 de la tarde y de Santiago tomamos un bus 7:30 que duró casi toda la noche a Puerto Varas.

Salimos del bus y la
primera cosa que vi fue un jardín llenaba de las mas bellas flores que había
visto. De todos las colores y brillantes, rosado, amarillos, naranjas. ¡Yo sabia que habíamos llegado a un
verdadero paraíso! Empezamos a caminar
hacia la ciudad de Puerto Varas porque y en ese momento nada me
importaba ecepto gozar del todo alredor. Andábamos en el frío con nuestras
mochilas pesadas y guatas vacías, pero no tuvimos ni una preocupación y
estuvimos envuelto en el momento. ¡Cuando vimos el lago Llanquihue no podíamos
creer los ojos! Era inmenso y con la niebla pareció como un imagen de Nacional Geographic. Admiramos la
tranquilidad del lago pero no pudimos ignorar las tripas que nos estaban
haciendo ruido y encontramos un lugar para comer al frente del lago. El local se llamaba
Cassis Chocolatería y Cafetería y del nombre yo sabia que fue posible
ordenar mi extrañado cafecito. Tuve razón. No solo tenia café sino también cual
quier tipo de café con expreso que puedes imaginar. Ambos de nosotros ordenamos
un especial y no y no teníamos idea de cuanta omida íbamos a llevar a
nosotros. Café exquisito, huevo,
queso fresco, tomate, pan fresco con mermelada casera, jamón, jugo de
chirimoya, pastel de queso, croissant, nos trajeron comida después de comida y
nos sentimos como realeza. Después
de desayunar, estábamos listo para conocer Puerto Varas antes de viajar a la
valle. Dejamos nuestras cosas en
una cabaña y encontramos una tienda de bicicletas. ¡Que mejor manera de conocer
la cuidad! Nos pusimos los cascos y fuimos a dar una vuelta sin destinación en
bicicleta. Seguimos la orilla del lago hacia ensenada. Todo era verde y el aire
fresco. Paramos a vez en cuando para comer las frambuesas salvajes que crecían
en ambos lados de la calle. No había nadie en el camino, personas ni autos, y sin horario
andábamos explorando. Nunca había
tendido demasiado asombro. Recorrimos por algunas horas antes de encontrar un
lugar se llamaba Playa Hermosa. Tuvimos que seguir un camino de tierra colina
abajo. Pese que era un lago en realidad parecía como una playa con arena.
El día siguiente nos
tuvimos que despertar temprano para tomar un colectivo desde Puerto Varas a la
entrada de la Junta. El viaje demora casi dos horas pero las vistas fueron
inolvidables. Cruzamos un puente arriba de la Reloncavi Fjord antes de Cochamó
y no podía creer que estaba en el mismo país que tenia el desierto más seco del
mundo. Por fin, llegamos al entrada y nos de cuenta inmediatamente que el
camino estaba lleno, pero lleno, del barro. Habíamos escuchado que en el sur siempre llueve así que
venimos preparados para la lluvia, no obstante en algunos lugares el barro casi
alcanzaba mi rodilla. Había un
arco iris de hojas amarillos, rojos, verdes, en el suelo que nos ayudo no resbalar. Caminamos por casi
dos horas cuando vimos un vado arribo de un río celeste y claro. El vado no era
un puente sino que un trunco. Tuvimos que cruzar con demasiado cuidado y cuando
alcanzamos el otro lado empezó a llover.
Me di cuenta ese día que
la lluvia en el sur es imprevisible. Se puede ver toda las estaciones en
algunas horas. El sol, viento, la lluvia viene de repente; sin embargo como
dije antes aprovechamos cada instante allí. Habíamos estado mochiliando por
casi seis horas cuando el camino se convirtió en un saliente con una carreta
chiquitita ligada a una cuerda. Sabíamos que teníamos que cruzar pero no había instrucciones o
nada (y encima de todo tenia miedo de las alturas). Abajo había un río
pintoresco pero yo periferia no estar arriba del río. Debido al tamaño a la carreta tuvimos que cruzar separados con nuestras mochilas. mi amigo, como
caballero ofreció ir primero, pero yo dije si el Moria me dejaríala. Cargó
su mochila adentro y en este instante la cajito de vino que llevamos con
nosotros rompió ¡ que hay mejor que tomar un sorbito de vino tinto cuando
alguien tiene miedo de las alturas! Y eso es lo que hice. Allí estábamos en la lluvia torrencial,
con un cajita rota de vino, y una desafía al frente. Mi amigo entro al carito
, contó a tres, y se fue. En la mitad de la curva tuvo que parar se para tirar
la cuera con el fin de moverse.
Logre sin problema y
después fue mi turno. Saltee
adentro, me agarre el carrito con todo mi fuerza, conté a tres y grite. Me dio
un descarga de adrenalina inmensa pero lo mas importante es que sobreviví.
Antes de saberlo fue
anochecer y todavía no habíamos llegado al refugio. No tuvimos ninguna Manera
comunicar con el refugio y empezamos a preocuparnos. De repente escuchamos un
ruido, como el canto de pájaro
(sin gracia) y nos dimos cuenta que no fue un pájaro pero una persona. Resulta
que fue el interno del refugio y nos estaba buscando. Al final llegamos al
refugio completamente mojado. Tuvimos que sacar los zapatos, las chaquetas, y dejar todo afuera
debajo de la cubierta del patio.
Monita, la dueña del Refugio estaba esperando nos con dos tasas
calentitas de té. Adentro solo había la luz del fuego y velas porque no tenían
mucha electricidad. Monito nos hizo una pizza hecho de mano con ajo entero,
cebollas, y tomate. Tuvimos demasiado frío y fue increíble comer algo rico y
caliente.
la naturaleza que vimos
fue inexplicable. Uno de los días
caminamos un camino de montanas se llamaba circuito de las cascadas y después
tratamos a encontrar el mirador arco iris. No había ni una persona en el camino
y vimos cascada después cascada. Había una parte en el camino donde tuvimos que
cruzar un acantilado sesgado. Otra vez no había instrucciones para cruzar- a lo mejor instrucciones son muy
gringo. Te prometo que allá en el
Valle Cochamó que no hay horarios o horas solo día y noche. Me sentía viva y
libre de las restricciones de fechas de entrega y estrés cuándo estuve en el
valle.

El ultimo día decidimos
regresar a caballo un huaso que vivía en el valle con su familia. Cuando era
niña siempre había tenido caballos por que a mi madre le encantaba ,así que
para mi no fue algo distinto; sin embargo, mi amigo nunca había montado
caballo y fue muy entretenido verlo. De hecho una sonrisa gigante quedó en su
cara casi toda la vuelta excepto cuando su caballo se paró en el río. El barro
fue peor esta vez que cuando subimos y me sorprendí que él no tuvo miedo porque
el camino fue técnico y a veces los caballos resbalaba. Marcos me dijo que su abuelo fue un
huaso, el dueño de un campo, y por eso estaba en su sangre montar caballo: me
hizo reír. Los caballos solo
llagaron hasta un punto destinado y de allí Marcos y yo caminamos 8 kilometres
para tomar el bus a puerto varas.
El bus llegó y dormí todo el viaje aun que estábamos hediondas (la culpa
de los caballos) y mojados. Cuando regresamos a puerto Varas sabíamos que no podríamos
tomar el bus a Santiago así y decidimos ir a un restaurante para comer y
cambiar ropa. Hicimos algo espontáneo y preguntamos un señor que estaba
caminando por la calle su local favorito y nos dio la dirección a Chamaca Inn
Restaurante. Entramos y con nuestras mochilas gigantes y las personas que
estaba trabajando se rieron de nosotros. Cambiamos ropa y trate de secar mi el pelo con la secamanos lo que no funcionó muy bien. Sin duda la comida en ese
local fue mas rico en Puerto Varas.
Pedí Fettuccini Alfredo
cremoso con camarones y Marcos
ordenó Paila Marina. Lamentablemente, después de cenar tuvimos que tomar el bus
para regresar a Viña del Mar. Tenia ganas de quedar, de hecho, no sé como salí
un lugar tan hermoso.
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